La vida se enarbola y atrae horizontes que antes se veían lejanos. Dejamos de creer en los sueños compartidos, y elevamos nuestras propias banderas al mástil de la indiferencia. A veces me asomo a tu vida, y un cristal nebuloso obtengo de respuesta. Miles de historias se han cobrado de otros oídos, miles de palabras se ahorcaron en los dinteles de puertas opuestas. Imagino otras brisas, otros cantos de sirenas, palabras vacías que algunas vez preferimos sin darnos cuenta. La tarde cae, cae lentamente en llamas. Mi cuerpo se adormece a la quietud de ella, siempre transversal y tácita a mi vida. Dónde depositaste tus cuentos? Bajo qué árboles se columpian hoy tus días? Añoro risas, vacuos relatos, recetarios y giro de piedras que meditaban
sus respuestas milenarias. No hay espacio entre lo que vives y respiro. No hay espacio entre lo que deseas y dibujo. Una mano ancha lava el horizonte, de él caen luciérnagas y duendes, más tarde se hará de noche. En tu ciudad comenzará el día. Siempre opuestas, con los pies trocados, retazos de amistad que se vuelven humo.

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